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miércoles, 21 de marzo de 2012

Libro el Cantar de los Cantares parte I

Disce cor Dei in verbis Dei, ut ardentius ad aeterna suspires. Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios para que con más ardor aspires a las cosas eternas"
San GREGORIO MAGNO.

El Cantar de los Cantares, por su parte, presenta como posible y como lugar de revelación la alianza entre el hombre y la mujer en términos de igualdad, sin sumisiones. En este sentido, da la vuelta a la situación planteada en el Génesis. La mujer es presentada como compañera del hombre, a su misma altura y dignidad. Ella tiene iniciativa y la toma, es fiel y ardiente. No aparece como «seductora» del varón, sino que el amor y la entrega son mutuos. La lectura feminista que se ha hecho del libro ha sacado a la luz rasgos importantes: falta de sexismo; igualdad en las relaciones amorosas; predominio de las imágenes femeninas; elementos de prácticas matrilineales (se habla de «la casa de la madre», como en el libro de Rut); definición de los personajes tanto masculinos como femeninos. No se podría descartar una autoría femenina del libro o de alguna de sus partes.

Por otro lado, para contrarrestar las imágenes negativas de las mujeres, se han subrayado, también, textos como el de Gál 3,28 que habla de la igualdad de la mujer y el varón: «Ya no hay distinción entre judío y gentil, entre esclavo o libre, entre varón y mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús». O bien se podría citar un texto cuya importancia suele pasarse por alto. Después de la bajada del Espíritu sobre los discípulos, entre los que se incluyen las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea, María Magdalena, Juana, María la de Santiago, y la madre de Jesús (Hch 2,1ss), Pedro explica lo sucedido en esa pequeña comunidad con una cita de Joel 3,1-5 donde se habla de la igualdad entre hombres y mujeres a la hora de profetizar, lo que supone que eso se ha cumplido allí.

Cabría hablar aquí, por último, de la labor realizada en la recuperación del lenguaje femenino sobre Dios; de la recuperación del rol y las funciones de mujeres bíblicas como Miriam, líder del éxodo junto a Moisés y Aarón; Débora, profeta y líder. Asimismo, del protagonismo de las mujeres discípulas de Jesús, o de aquellas otras que pertenecieron al movimiento misionero primitivo, de las que quedan bastantes rastros en las cartas de Pablo. Del trabajo sobre las traducciones erróneas que, hechas desde previos androcéntricos, llegaron a convertir en masculinos nombres femeninos, sólo porque a éstos se les atribuían ministerios considerados como «masculinos» Junias, y no Juniano, a quien se llama apóstol: Rom 16,7); o la reivindicación del significado pleno de los términos como diácono, presidente o apóstol, cuando son aplicados a mujeres (Rom 16,15). Todos estos ejemplos saldrán más adelante cuando se hable de la reconstrucción del cristianismo primitivo y el protagonismo de la mujer en él.

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